“Perdonar es el valor de los
valientes. Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa,
sabe amar” Mahatma Gandhi.
Hoy quiero reflexionar sobre dos elementos que se
contraponen y que son las dos caras de una misma moneda: el rencor y el perdón.
Antes de hablar sobre cada uno de ellos quisiera
destacar una diferencia fundamental entre ambos: el rencor es un sentimiento
pero el perdón es una decisión. Qué quiero significar señalando esta
diferencia? Que el rencor es algo que viene sin que le llamemos y anida en
nuestros corazones como un invitado que seca nuestras vidas mientras el perdón
es un ejercicio de nuestra razón que sirve para limpiar el alma de esta
antítesis del amor, el sentimiento mas puro que se supone debemos sentir por
nuestros semejantes.
Ahora bien, el problema fundamental del rencor, es que
sólo nos lo puede inspirar la falta que entendemos comete contra nosotros
alguien que nos importa. Esto implica que solo en quien confiamos puede
defraudarnos.
El rencor se encuentra emparentado con el odio, con el
resentimiento, con el espíritu de venganza y con todo sentimiento destinado a
infligir sufrimiento, paradójicamente, a quien lo padece y no al que lo causa y,
lo que es peor, sin hacer nada por resolver el problema que lo ocasionó. Si
alguien nos ha querido lastimar intencionalmente, a través del rencor estaremos
permitiéndole instalarse dentro de nuestras vidas para continuar torturándonos de
forma sistemática todo el tiempo que dichos sentimientos perduren.
Si sentimos rencor es porque hemos sido heridos en
nuestro ego o hemos sido dañados emocionalmente de alguna manera, a esto le
debemos añadir la sensación de decepción respecto de la persona que nos ha
ofendido. Esto solo debería provocar suficiente sufrimiento en nosotros ¿Por
qué motivo podríamos desear agregar más pesar a nuestro dolor?
El dolor emocional que alguien nos haya causado, lo
causó en un presente que vertiginosamente se convierte en pasado. Debemos
atormentar nuestro espíritu prolongando a través del rencor un dolor que no hemos
originado y del que no conocemos las causas que movieron a quien nos lo causó? Intentemos
comprender que aun lo que no comprendemos puede tener explicación. Entonces
podremos liberarnos y liberar de culpa a quien nos dañó.
El rencor es pues, un sentimiento negativo que poco a
poco se va aposentando en nuestro corazón y en nuestra alma. Es un sentimiento
que se dirige hacia los demás y es una manera de mostrar el daño que nos
causan. La persona rencorosa, al no decir que le han herido o que le están
haciendo daño, guarda la parte más negativa de lo sucedido con resentimiento y,
sobre todo, no se olvida de ello.
Hablemos ahora un poco sobre el perdón.
El perdón no es solamente un mecanismo para liberar de
culpa a quien nos ofendió, el perdón es un mecanismo para que yo sea libre de
la amargura que dejó esa acción en mi corazón. Yo puedo decidir perdonar a
alguien que no está arrepentido de verdad de haberme dañado, por que mi
intención al perdonar, no es únicamente que esa persona quede libre de culpa,
si no que yo quede libre en mi interior, que yo tenga paz, que yo pueda vivir
bien, que haya desatado la amarra que me tenía detenido en el puerto.
El perdón es una virtud del ser humano que revela en
esencia lo que es él. Si no perdonamos a nadie, lastimosamente algún día
caeremos en el lazo de ser implacables con las faltas, y algún día también seremos
implacables con nuestras propias culpas.
El perdón es un regalo inmerecido, perdonamos a
alguien que nos hirió aunque no se lo merezca. Y lo hacemos porque asi lo
decidimos, porque es la única forma de mantenernos libres y que nuestros
juicios sobre los demás puedan ser justos e imparciales.
Si
nos damos cuenta, el perdonar es un acto incondicional y unilateral,
así como lo es también el verdadero amor. No depende de que el otro haga su
parte, sino de que yo haga la mía. Esa parte es perdonar la ofensa recibida.
Los
dos obstáculos mas difíciles de superar en el camino del perdón autentico son,
en primer lugar, la soberbia y, en
segundo lugar, el resentimiento. La soberbia se manifiesta en la indignación
que siente el ofendido de que le hayan hecho algo ya que inconscientemente se
siente superior al ofensor (es la base de las personas rencorosas: su
sentimiento de superioridad); mientras que el resentimiento ata al ofendido con
aquello que sucedió y lo hace repasarlo y revivirlo imposibilitando que lo
olvide y lo supere.
Imaginemos
por un instante a las personas que nos han hecho las cosas peores. ¿Nos hemos
detenido a pensar las razones que los indujeron a proceder así? Quizás nosotros
en su pellejo hubiéramos procedido de igual forma. A veces ignoramos que detrás
de cada persona se esconde una infancia difícil, unas circunstancias personales
complicadas, etc. Si tenemos la suerte de que la vida nos ha premiado con
equilibrio, honradez y muchas otras virtudes, sintámonos afortunados,
sintámonos felices y agradecidos no superiores a los demás.
Aprendamos
pues a perdonar la mezquindad, la envidia, el engaño, la mentira, la cobardía,
la hipocresía, la venganza, el odio, la desconfianza, la avaricia, la soberbia,
el desprecio, el desdén, la humillación, las críticas... En realidad son
carencias, manifestaciones de una persona que nos duelen, pero que quizás
deberíamos compadecer y entender más que reprochar.
Por
ultimo recordemos la medida del perdón que nos dejaron hace más de veinte
siglos: “Perdona nuestras ofensas del mismo modo que nosotros perdonamos a los
que nos ofenden”