domingo, 10 de febrero de 2013

CRONICAS DE MEDIO SIGLO




II

El primer día del año 1959  el mundo no solo estrenaba un nuevo año. Ese día marcó el inicio del primer gobierno revolucionario en América (América la de todos que los del norte sienten que sólo hay una).
En todas las pantallas televisoras del orbe (vía satélite porque en aquel momento no había cable) se pudieron ver las imágenes de lo que entendíamos como las dos caras de la moneda que vivíamos: la huida de Fulgencio Batista de Cuba y la entrada triunfal del ejército revolucionario a la emblemática ciudad de la Habana. O lo que para los latinoamericanos era lo mismo: las imágenes de la opresión  y la libertad.
Para la intelectualidad “progresista” de la época este hecho constituía a la vez el epilogo de un período histórico que dejábamos  atrás y el prologo del mundo nuevo hacia el que la rueda de la historia nos impelía irremediablemente. Pero lo más importante era que este hecho parecía darle la razón a los que sostenían las tesis de que “el motor de la historia es la lucha de clases”, que la “religión es el opio de los pueblos” y que el “imperialismo es la fase superior del capitalismo”. En síntesis: el marxismo había triunfado.
A partir de este momento se sacralizó en los círculos intelectuales todo lo que oliera a marxismo y se satanizó el capitalismo. Aquellos que no comulgaban con las nuevas ideas pasaron a ser, en el mejor de los casos, reaccionarios (había otros motes como “cavernarios”) mientras que sus propulsores eran considerados vanguardistas.
Mientras esto sucedía en las elites del pensamiento, en aquella generación de postguerra ávida de cambiar el mundo que se había refugiado en guetos, que enarbolaba las consignas de paz y amor, que soñaba su futuro tras las brumas del LSD, que había inaugurado la cultura unisex y que en poco tiempo descubriría la píldora anticonceptiva y crearía la minifalda, empezó a generarse un espacio dentro del mundo real a través de este cambio de paradigmas.
La cultura hippie gradualmente empezó a asimilar y a asimilarse en aquella corriente avasallante que adivinaba el porvenir en bolas de cristal rojas sostenidas sobre hoces y martillos y en los que el contrario se reducía  a rectángulos de barras y estrellas que empezaron a ser quemados en cualquier calle de lo que eufemísticamente se empezó a conocer como Tercer Mundo.
Empezaron a migrar las ideas desde la literatura hacia la música porque la nueva Verdad era entendida más fácilmente sobre notas musicales que sobre páginas confusas por estos nuevos jóvenes que irrumpían en el mundo como si el nuevo fuera este y no ellos. Los nuevos profetas deliraban desde Chelsea hasta Haight Ashbury mientras el nuevo Quijote ataba a Rocinante a las palmeras de la Habana.
América Latina para este momento era un continente más de nombres que de países. Si parafraseamos a Carlyle podríamos decir que nuestra historia se reducía a las biografías de los Gómez, Rosas, Rojas Pinilla, Pérez Jiménez, Perón, Somoza, Stroessner y en nuestro caso muy particular la de Trujillo. Todos ellos dictadores y todos los pueblos que representaban sometidos a sus férreas voluntades.
Para nuestros pueblos, sojuzgados por todas estas tiranías, lo que estaba pasando en Cuba era la respuesta a todas sus ansias contenidas de libertad y de justicia. Y, obviamente, sus protagonistas pasaron a ser los héroes de la generación emergente en la década del sesenta.
Y entonces sucedió que la rueda de la historia empezó a sepultar dictaduras y a parir democracias. Pero no creas que estos partos fueron fáciles.
Como bien sabes en el  año 1961 con la  muerte de Trujillo, luego de 31 años de férrea dictadura, se inicia nuestra vida democrática. Los cuatro años que van desde el ’61 hasta el ’65 fueron bastante convulsos con un intermedio de siete meses en los que gobernó Juan Bosch (del ’62 al ’63).
 Bosch fue derrocado por un golpe de estado militar en septiembre del ’63 y después de varios ensayos de gobierno, en el año ’65 se inició una revuelta popular pidiendo su retorno al poder. Esta revuelta se generalizó y adquirió tintes de revolución. Pero fue una revolución que nunca se escribiría con mayúsculas ya que sólo cubrió cinco calles de la Zona Colonial.
Y es, llegados a este punto, como nos encontramos con los aviones que iniciaron este relato. Pues bien, lo que había sucedido en la mañana de ese sábado y que yo por mi edad no estaba en capacidad de comprender, era precisamente el inicio de aquella revuelta. Una parte de la población de la ciudad capital y unos cuantos  militares se habían sublevado pidiendo el retorno de Bosch y los partidos políticos de oposición llamaron a una insurrección nacional.
Justo en ese momento yo me encontraba con un amigo en la esquina de mi calle comprando unos chocolates a un vendedor ambulante cuando escuchamos que nos llamaban a gritos desde la casa. Nos lanzamos a correr y uno de los aviones nos disparó una ráfaga de ametralladora que nos siguió toda el camino.
A partir de aquel  instante los rumores se adueñaron de nuestras vidas. El  trasiego de información cobró tal intensidad que sólo se vivía para comentar con los vecinos lo último que se había sabido de “allá adentro” (como pasó a llamarse la Zona Colonial),  y fue entonces, al llegar la noche, cuando las ráfagas de ametralladoras se adueñaron del espacio.
Comenzaba la Revolución del ´65.

lunes, 28 de enero de 2013

CRONICAS DE MEDIO SIGLO




CRONICAS DE MEDIO SIGLO



Vamos a recrear, Benito, uno de mis primeros recuerdos. Este relato es interesante por dos razones, la primera porque recoge uno de los hechos más trascendentes que vivimos como sociedad y como país y la segunda porque a la vez trataré de pincelarte como era el mundo de hace 44 años. Un mundo tan ajeno al actual que parecería que estuviéramos hablando de otro planeta.

I
Este relato tiene que ver con unos aviones de guerra de los que llamaban “vampiros” y que sobrevolaron la zona en que vivía.

Corría el mes de abril de 1965. Era sábado y si no recuerdo mal, serían aproximadamente las 3:00 de la tarde.  Tres aviones de los que llamaban vampiros volaban en círculos sobre la  calle en que vivía.
A la sazón contaba yo seis años y vivía con mi familia en el exclusivo sector de Gazcue de la ciudad de Santo Domingo. Debes saber, como dato interesante, que en las primeras cuatro décadas del siglo pasado la ciudad de Santo Domingo todavía estaba inscrita dentro de los muros que fueron levantados en tiempos de la colonia para protegerla de los piratas ingleses que asolaban la región.
El desarrollo económico y la estabilidad política que trajo consigo la dictadura de Trujillo (1930/61) propició el surgimiento de una incipiente clase media profesional que, como comprenderás, estaba compuesta por los descendientes de las escasas familias que detentaban  la primacía social de la ciudad. Era un momento en que los miembros de cada clase estaban perfectamente definidos y las clases mismas también (sin necesidad de ningún manual de Carlos Marx).   
El crecimiento de los miembros de esta clase económica hizo necesaria la expansión urbana para albergarla y así surgieron nuevos sectores extramuros (es decir fuera de las murallas de la ciudad) de los que  Gazcue había sido el primero. Luego vendrían Naco, Piantini, Arroyo  Hondo, etc.
Pues bien, déjame decirte que esa década de los 60’s del pasado siglo fue realmente extraordinaria para la humanidad y si nos propusiéramos buscar  el génesis de lo que vivimos hoy me atrevo a asegurarte que lo encontraríamos agazapado dentro de esos diez increíbles años.
Al inicio de la misma hacía sólo 15  años -(1945)-  que se había cerrado el capítulo de la Segunda Guerra.  El  mundo empezaba a levantarse de los escombros en que esta lo había sumido y el vocablo “guerra” era sinónimo de terror para la humanidad.
Sin embargo conjuntamente con la paz de 1945 había llegado la división ideológica y por ende política.  Las 45 millas del muro de Berlín se extendieron al mundo entero - (este será tema de una próxima epístola) – y de repente nos vimos divididos y enfrentados por la posición que ocupábamos frente a los medios de producción. Tal vez hoy te parezca absurdo pero en aquellos 60’s era determinante saber si eras burgués o proletario aunque nadie supiera a ciencia cierta qué significaban estos términos.
Para resumirlo simple y geográficamente diremos que los Estados Unidos y sus aliados representaban a los burgueses y la unión Soviética y sus aliados representaban a los proletarios, pero como la Industria Armamentista había parido una bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, éramos conscientes todos de que una nueva conflagración sería apocalíptica.
El miedo  a una guerra real con estos armamentos tan definitivos obligó a las potencias (que en este momento se estrenaban como superpotencias para diferenciarse de los demás países del primer mundo) a trasladar el escenario de las confrontaciones a las sedes de los organismos rectores de las naciones – ONU, OEA, etc.=   y a influir e incidir políticamente (prácticamente a “mandar”) sobre todos aquellos países que estuvieran en su esfera de influencia. Este proceso tuvo nombre y apellido y dividió al mundo en dos: la Guerra Fría.
Lo que ninguna de estas dos superpotencias aceptaba era que la otra pudiera expandir su  dominio a sus respectivas áreas de influencia. Esto trajo como consecuencia que cuando Francia salió de Indochina y Ho Chi Min se alzó en una guerrilla comunista devolviéndole el nombre de Vietnam al territorio, los Estados Unidos se sintieran obligados a intervenir militarmente aquel país para no sentirse tan burlados como les había pasado con Cuba solo dos años antes.
Con Vietnam la tan temida guerra había regresado. Lo que se pensó que sería un enfrentamiento de unos cuantos meses se extendió por más de una  década y es que el error de cálculo consistió en pensar que se iba a eliminar una guerrilla y resultó que  contra lo que se luchaba era contra todo un pueblo ungido por una mística libertaria.
El mundo contempló con horror como el ejército norteamericano bombardeaba con napalm los campos de Vietnam  y como  miles de hombres, mujeres y niños ardían vivos por efecto de estas bombas.
Entonces se levantaron voces en todas partes condenando aquellos hechos. Los jóvenes norteamericanos que eran llamados a unirse al “army” no entendían porqué y para qué peleaban y se negaban a alistarse, mientras la gran mayoría del pueblo norteamericano repudiaba aquella guerra. 
Para atizar mas el fuego de la historia y de esta historia, en 1963 los cubanos, o su máximo líder? - se declaran marxistas-leninistas (comunistas en buen español) y tras aliarse con la Unión Soviética convienen con Kruschev en la instalación de misiles nucleares en Cuba apuntando hacia Estados Unidos. Las profecías del Senador McCarthy se hacían realidad: el diablo rojo amenazaba con llevarse de encuentro no solo al pueblo norteamericano sino al mundo en su conjunto.  
Y sucedió entonces que, como toda acción genera una reacción, la juventud del mundo empezó a reclamar la paz por todos lados. Tres palabras peregrinas envueltas en todo tipo de signos se anidaron en las mentes juveniles: PEACE AND LOVE.   
Esta nueva generación de postguerra, mucho antes de que le correspondiera asumir los destinos de su vida y de su época, exigía un cambio de paradigmas sin saber muy bien a donde querían llegar. De lo que si estaban ciertos era de lo que rechazaban y rechazaban todo lo que les precedía. Eran un poco como Alicia (la de las maravillas) no les importaba donde llegar solo salir.
Empezaron a formarse las primeras comunas y guetos que albergaban estas semillas de lo nuevo y florecían en ciudades como San Francisco, los Ángeles, New York y Londres. Al ir creciendo de manera exponencial se hizo necesario ponerles un nombre  para identificarlos: los que inicialmente fueron bautizados como beatnicks cada vez más se fueron conociendo como hippies al integrar en sus filas a estudiantes activistas de izquierdas y promotores de derechos civiles aunque el componente político no fue tan determinante inicialmente.
Mientras esto sucedía con esta generación emergente, encargada de parir los miembros de la sociedad que conducirían al mundo al final del siglo y del milenio, la generación al  mando incapaz de entender los vientos de cambio, recrudecía su posición haciendo énfasis cada facción en el dominio político, económico y cultural del  mundo.
Ante la imposibilidad real de cambiar el  mundo y convertirlo en el paraíso de paz y amor que pregonaban no tanto como filosofía pero como una muy particular forma de vida, los hippies decidieron cambiar lo que si podían: la  forma de percibirlo y para percibirlo como lo soñaban se auxiliaron de las drogas. Los viajes de ser geográficos pasaron a ser lisérgicos.
Mientras esto pasaba con el hombre de la  calle, la intelectualidad de la época o intelligentsia se debatía como un péndulo ante las dos corrientes dominantes. Las zonas grises de las mismas tendían a desaparecer ante el sentido de urgencia de estar definido en uno u otro lado. Comunismo o capitalismo. Atrás quedaban los eufemismos.
Planteadas así las cosas estarás en capacidad de entender lo que pasaba con los aviones vampiros con los que inicio el relato. 



Pero esa será la segunda parte de esta crónica.