CRONICAS DE MEDIO SIGLO
Vamos a recrear, Benito, uno de mis primeros
recuerdos. Este relato es interesante por dos razones, la primera porque recoge
uno de los hechos más trascendentes que vivimos como sociedad y como país y la
segunda porque a la vez trataré de pincelarte como era el mundo de hace 44
años. Un mundo tan ajeno al actual que parecería que estuviéramos hablando de
otro planeta.
I
Este relato tiene que ver con unos aviones de guerra
de los que llamaban “vampiros” y que sobrevolaron la zona en que vivía.
Corría el mes de abril de 1965. Era sábado y si no
recuerdo mal, serían aproximadamente las 3:00 de la tarde. Tres aviones de los que llamaban vampiros
volaban en círculos sobre la calle en
que vivía.
A la sazón contaba yo seis años y vivía con mi familia
en el exclusivo sector de Gazcue de la ciudad de Santo Domingo. Debes saber,
como dato interesante, que en las primeras cuatro décadas del siglo pasado la
ciudad de Santo Domingo todavía estaba inscrita dentro de los muros que fueron
levantados en tiempos de la colonia para protegerla de los piratas ingleses que
asolaban la región.
El desarrollo económico y la estabilidad política que
trajo consigo la dictadura de Trujillo (1930/61) propició el surgimiento de una
incipiente clase media profesional que, como comprenderás, estaba compuesta por
los descendientes de las escasas familias que detentaban la primacía social de la ciudad. Era un
momento en que los miembros de cada clase estaban perfectamente definidos y las
clases mismas también (sin necesidad de ningún manual de Carlos Marx).
El crecimiento de los miembros de esta clase económica
hizo necesaria la expansión urbana para albergarla y así surgieron nuevos
sectores extramuros (es decir fuera de las murallas de la ciudad) de los que Gazcue había sido el primero. Luego vendrían
Naco, Piantini, Arroyo Hondo, etc.
Pues bien, déjame decirte que esa década de los 60’s
del pasado siglo fue realmente extraordinaria para la humanidad y si nos
propusiéramos buscar el génesis de lo
que vivimos hoy me atrevo a asegurarte que lo encontraríamos agazapado dentro
de esos diez increíbles años.
Al inicio de la misma hacía sólo 15 años -(1945)- que se había cerrado el capítulo de la Segunda
Guerra. El mundo empezaba a levantarse de los escombros en
que esta lo había sumido y el vocablo “guerra” era sinónimo de terror para la
humanidad.
Sin embargo conjuntamente con la paz de 1945 había
llegado la división ideológica y por ende política. Las 45 millas del muro de Berlín se
extendieron al mundo entero - (este será tema de una próxima epístola) – y de
repente nos vimos divididos y enfrentados por la posición que ocupábamos frente
a los medios de producción. Tal vez hoy te parezca absurdo pero en aquellos
60’s era determinante saber si eras burgués o proletario aunque nadie supiera a
ciencia cierta qué significaban estos términos.
Para resumirlo simple y geográficamente diremos que
los Estados Unidos y sus aliados representaban a los burgueses y la unión
Soviética y sus aliados representaban a los proletarios, pero como la Industria
Armamentista había parido una bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, éramos
conscientes todos de que una nueva conflagración sería apocalíptica.
El miedo a una
guerra real con estos armamentos tan definitivos obligó a las potencias (que en
este momento se estrenaban como superpotencias para diferenciarse de los demás
países del primer mundo) a trasladar el escenario de las confrontaciones a las
sedes de los organismos rectores de las naciones – ONU, OEA, etc.= y a
influir e incidir políticamente (prácticamente a “mandar”) sobre todos aquellos
países que estuvieran en su esfera de influencia. Este proceso tuvo nombre y
apellido y dividió al mundo en dos: la Guerra Fría.
Lo que ninguna de estas dos superpotencias aceptaba era
que la otra pudiera expandir su dominio
a sus respectivas áreas de influencia. Esto trajo como consecuencia que cuando
Francia salió de Indochina y Ho Chi Min se alzó en una guerrilla comunista
devolviéndole el nombre de Vietnam al territorio, los Estados Unidos se
sintieran obligados a intervenir militarmente aquel país para no sentirse tan
burlados como les había pasado con Cuba solo dos años antes.
Con Vietnam la tan temida guerra había regresado. Lo
que se pensó que sería un enfrentamiento de unos cuantos meses se extendió por
más de una década y es que el error de
cálculo consistió en pensar que se iba a eliminar una guerrilla y resultó que contra lo que se luchaba era contra todo un
pueblo ungido por una mística libertaria.
El mundo contempló con horror como el ejército
norteamericano bombardeaba con napalm los campos de Vietnam y como
miles de hombres, mujeres y niños ardían vivos por efecto de estas
bombas.
Entonces se levantaron voces en todas partes condenando
aquellos hechos. Los jóvenes norteamericanos que eran llamados a unirse al “army”
no entendían porqué y para qué peleaban y se negaban a alistarse, mientras la
gran mayoría del pueblo norteamericano repudiaba aquella guerra.
Para atizar mas el fuego de la historia y de esta
historia, en 1963 los cubanos, o su máximo líder? - se declaran
marxistas-leninistas (comunistas en buen español) y tras aliarse con la Unión Soviética
convienen con Kruschev en la instalación de misiles nucleares en Cuba apuntando
hacia Estados Unidos. Las profecías del Senador McCarthy se hacían realidad: el
diablo rojo amenazaba con llevarse de encuentro no solo al pueblo
norteamericano sino al mundo en su conjunto.
Y sucedió entonces que, como toda acción genera una
reacción, la juventud del mundo empezó a reclamar la paz por todos lados. Tres
palabras peregrinas envueltas en todo tipo de signos se anidaron en las mentes
juveniles: PEACE AND LOVE.
Esta nueva generación de postguerra, mucho antes de
que le correspondiera asumir los destinos de su vida y de su época, exigía un
cambio de paradigmas sin saber muy bien a donde querían llegar. De lo que si estaban
ciertos era de lo que rechazaban y rechazaban todo lo que les precedía. Eran un
poco como Alicia (la de las maravillas) no les importaba donde llegar solo
salir.
Empezaron a formarse las primeras comunas y guetos que
albergaban estas semillas de lo nuevo y florecían en ciudades como San
Francisco, los Ángeles, New York y Londres. Al ir creciendo de manera
exponencial se hizo necesario ponerles un nombre para identificarlos: los que inicialmente
fueron bautizados como beatnicks cada vez más se fueron conociendo como hippies
al integrar en sus filas a estudiantes activistas de izquierdas y promotores de
derechos civiles aunque el componente político no fue tan determinante
inicialmente.
Mientras esto sucedía con esta generación emergente, encargada
de parir los miembros de la sociedad que conducirían al mundo al final del
siglo y del milenio, la generación al
mando incapaz de entender los vientos de cambio, recrudecía su posición
haciendo énfasis cada facción en el dominio político, económico y cultural del mundo.
Ante la imposibilidad real de cambiar el mundo y convertirlo en el paraíso de paz y
amor que pregonaban no tanto como filosofía pero como una muy particular forma
de vida, los hippies decidieron cambiar lo que si podían: la forma de percibirlo y para percibirlo como lo
soñaban se auxiliaron de las drogas. Los viajes de ser geográficos pasaron a
ser lisérgicos.
Mientras esto pasaba con el hombre de la calle, la intelectualidad de la época o
intelligentsia se debatía como un péndulo ante las dos corrientes dominantes. Las
zonas grises de las mismas tendían a desaparecer ante el sentido de urgencia de
estar definido en uno u otro lado. Comunismo o capitalismo. Atrás quedaban los
eufemismos.
Planteadas así las cosas estarás en capacidad de
entender lo que pasaba con los aviones vampiros con los que inicio el relato.
Pero esa será la segunda parte de esta crónica.