"Detrás de cada gran fortuna hay un
delito".
Honoré
de Balzac
El
dia de hoy iba discurriendo como cualquier otro hasta llegar al mediodía.
Levantarme
temprano, leer el periodico, chequear los correos recibidos, enviar otros,
preparar la agenda, etc.
Luego salir
a trabajar, reuniones, visitas, maldecir el transito cada vez más imposible de
la ciudad, quejas por la impuntualidad de los otros, excusas por mi propia
impuntualidad…en fin un día como otro cualquiera.
Al
llegar el mediodía retornaba a la casa para el almuerzo y decidí hacer una
parada en el supermercado para comprar algo que se me antojó en el camino.
Estando
alli me encontré unos amigos y entablamos una conversación de esas que siempre
se tienen en los supermercados cuando te encuentras con alguien conocido,
primero la queja de los precios, después acabar con el gobierno y todos los
partidos, etc, etc.
En
ese momento vi una cara que me era familiar pero que al estar fuera del
contexto en que estoy acostumbrado a verla no me permitió identificarla de
inmediato.
Vi
su sonrisa al verme pero a la vez lo vi evitando acercarse al grupo en el que
estaba. Hice un ligero esfuerzo hasta que lo ubiqué en la memoria..
Se
trataba de don Evaristo un señor que tiene un puesto de venta de aguacates en
la Ave. Rómulo Betancourt y del cual soy cliente asiduo.
Don
Evaristo es extremadamente pobre pero es un caballero a la antigua usanza.
Siempre tiene una sonrisa a flor de labios, se interesa por la salud de todos
en la familia, te busca el aguacate que “esta para ahora mismo y ese es
mantequilla” y cuando te vas te da las gracias inclinando la cabeza. Todo un
señor.
Sin
embargo en ese momento no me saludó, solo sonrió de lejos y me pasó por el lado
sin siquiera saludarme.
Me
separé del grupo y fui hasta el quejandome de esa indiferencia a lo que me
respondió “es que uste taba con esa gente y no sabía si uste quería que ellos
lo vieran conmigo”.
Le
di la mano como siempre y le aseguré que con quien quiera que yo estuviese el
no tenia porque pensar que no podia acercarse. Pero lo hice con un nudo en la
garganta. Porque estoy seguro que mis valores y mis principios son mas debiles
y flexibles que los de don Evaristo. Que el que realmente es afortunado de que
un señor como el le estreche la mano soy yo. No el.
Al
pensar en esto me preguntaba como sería vivir toda una vida acostumbrado a
bajar la cabeza ante los demas, a sentirse menos que los otros sin tener en
realidad nada de que avergonzarse. Todo por el delito de ser humilde, de ser
pobre.
Y
fue justo en ese momento en que pensé que este es un mundo de culpables.
Porque
no es justo que nadie sienta que los demas, sean quienes sean, puedan
avergonzarse de estrechar su mano o de recibir su saludo.
No
es justo que haya seres humanos que se pasen la vida sintiendose ciudadanos de
segunda clase por el hecho unico de no tener dinero.
Y
senti que a muchos como el desde niños, desde la cuna, se les roba la
oportunidad de soñar, se les roba la posibilidad de ser cada dia mejores. En el
correcto sentido de este concepto.
Todos
somos participes de este estado de cosas. Todos asistimos cada día al
espectáculo del robo y del desfalco publico que tiene como consecuencia
primordial el que no se creen las condiciones minimas para que cada niño tengo
acceso a una educación de calidad que le permita el día de mañana cambiar las
barajas que le repartió el destino.
Y
serán siempre personas que creerán que hay espacios que no son para ellos. Que
hay personas con las que no pueden relacionarse como iguales, que hay bellezas
a las que no pueden aspirar, que hay sentimientos que les son vedados.
Y yo
se que esto es asi y no haga nada para cambiarlo.
Y
todos sabemos que esto es asi y no hacemos nada para cambiarlo.
Siempre
esperaremos que llegue otro a hacerlo. Que sea otro el que cargue sobre sus
hombros con una resposabilidad que es de todos.
Llegué
a la casa convencido de que vivimos criticando a muchos por el pecado de comision
pero que más asco da el pecado de omision. Que no son los otros los culpables. Que la culpa es de todos.
Que
vivimos en un mundo de culpables.