lunes, 24 de junio de 2019

El cementerio de la Ave. Independencia

El cementerio de la avenida Independencia es el cementerio dominicano de mayor riqueza cultural y de más variedad arquitectónica, pese a su estado de deterioro.
Está dividido en tres zonas, una poblada por difuntos católicos, otra por musulmanes y la tercera, por judíos. Muchas de sus tumbas exhiben esculturas de niños, ángeles, santos y querubines, testigos ellas del ingenio creativo y nivel artístico de sus ejecutores.
Inicialmente este cementerio estaba ubicado fuera de la amurallada ciudad de Santo Domingo , en una zona llamada Ejido de la Sabana (luego Ciudad Nueva) a donde, además de sepultar cadáveres, eran conducidos los enemigos del gobierno tanto civiles como militares para ser fusilados y dejados allí.
Es una pena el estado de abandono en que se encuentra. Recuerdo algo que escribió Miguel D. Mena hace ya unos años de las maravillas artisticas que, junto a sus habitantes, descansan allí.


Una definición mas de cultura

La definición de cultura, a pesar de ser tan manoseada, es de las más difíciles de precisar. En más de un siglo de filosofía de la cultura, los intentos en este sentido se acumulan por centenares.
Dichas definiciones se ubican en un amplio espectro que va desde el conjunto de las obras del hombre (sean materiales o espirituales: ideas, creencias, símbolos, leyes, instituciones, relaciones, objetos) a las manifestaciones superiores de esas obras, tanto en el pensamiento como en el arte y la ciencia.
Cultura, por tanto, es todo lo que rodea al hombre. Pero también es lo mejor, lo más elevado de ese entorno. Precisamente por eso, el desarrollo de una cultura es un proceso tan lento, complejo e irregular, que no está sujeto a gobierno ni a planificación.
Pero es lo que establece de que forma percibimos todo aquello que nos rodea, si como una sinfonía o si como una simple sucesión de ruidos.....

Propiedad privada y propiedad publica

La propiedad privada, los espacios pertenecientes a particulares, suelen ser celosamente defendidos y protegidos. La parafernalia que puede ponerse como ejemplo de con qué firmeza y responsabilidad se ejercen esos derechos y esa defensa es amplísima. En cambio quiénes sienten lo público como propio? Quién se siente inclinado a cuidar, por ejemplo, de una plaza, de un parque, de una calle, de una acera, de un monumento? Quién sabe qué debe quedar en el despacho de un funcionario público cuando cesa en su función? Quién controla lo que se lleva y lo que deja? Quién advierte en una oficina pública que no se puede malgastar el papel, hacer fotocopias sin ton ni son o que el teléfono debe usarse como el propio, cuidando de no hablar de más?
Puede objetarse, para tranquilizar la propia conciencia, que para esa función ya están los ayuntamientos (ahora alcaldías), los funcionarios, los reglamentos internos, las leyes… Pero es sabido que el simple cumplimiento no alcanza para hacer prosperar nada. La actual catástrofe social y política que vivimos vuelve a demostrar que la legalidad sin una motivación ética fuerte, puede ser convertida en una gran estafa. El corazón de la política es la cultura, y sin una cultura que sea cultivo y cuidado de lo que es de todos como si fueran bienes propios, es imposible arribar a la genuina Política con mayúsculas que desde siempre anhelamos.

Corrupción y doble moral

La corrupción, en cualquiera de sus grados, tiene un origen concreto y su resolución no pasa ni por indignarse, ni por negar su existencia. Una de las claves del asunto tiene que ver con que la sociedad toda, frente a situaciones como estas, se coloca, con absoluta ausencia de autocrítica, en una posición repleta de incongruencias y cargada de prejuicios.
Con gran virulencia se inculpa con fuerza a quien está dispuesto a cobrar a cambio de un beneficio irregularmente otorgado. Es solo en ese caso en el que se califica al protagonista como una persona corrupta.
Es frecuente que quienes critican en los demás estas conductas sean los mismos que en su vida diaria, evaden impuestos, utilizan tecnología sin pagar licencias, copian literatura sin pagar derechos de autor y contratan servicios de personas sin registrarlas. Son los cultores de la doble moral de este tiempo.
La corrupción forma parte de la realidad y está presente de diversas formas en esta vida terrenal. En el mundo empresarial, como en todas las actividades, se puede encontrar a aquellos que disponen de un comportamiento ético, que progresan asumiendo riesgos y compiten en el mercado ofreciendo talento.
Pero no es menos cierto que otra cantidad importante de personas viven a la luz de negocios espurios, de prebendas estatales, de privilegios otorgados desde las sombras del poder. Obviamente esos individuos obtienen sus ingresos gracias a la influencia circunstancial de funcionarios que trabajan para ellos desde el Estado y que con atribuciones desmedidas más una absoluta discrecionalidad, deciden los destinos de esos fondos.
Es peligroso generalizar, pero más hipócrita es hacerse el distraído y hacer creer a los demás que la corrupción incluye a unos pocos cuando la realidad muestra a diario exactamente lo contrario.....

La realidad que estamos viviendo

Es preocupante que el esquema del "sálvese quien pueda" haya calado tan profundo en la mente de los gobernantes que administran todas las coyunturas que vivimos sin importarles lo que ocurrirá más adelante. Es exactamente al revés de lo que sucede en la vida familiar, en cada una de nuestras casas. Los padres siempre tratamos de pensar en el futuro de nuestros hijos trascendiendo el tiempo de vida que nos toca acompañarlos.
Los gobernantes, quien lo duda, comprenden muy bien lo que están haciendo, entienden como funciona el poder y las consecuencias que generan sus políticas en el mediano plazo. Saben que el dinero que están gastando hoy, habrá que pagarlo cuando lleguen las facturas, sabiendo que tendrán que cancelarlas otros más adelante.
Conocen también el impacto de sus prácticas inflacionarias. Son conscientes de que los que los sucedan en el poder tendrían que hacer un sacrificio enorme (suponiendo que quisieran hacerlo bien) y serán "los malos de la película" cuando deban reorganizar el desastre.
Son conscientes de las torpezas que han cometido designando funcionarios y empleados a mansalva, incrementando el gasto estatal y comprometiendo a las generaciones venideras a hacerse cargo de un costo descomunal. Esto no sucede involuntariamente. No les cabe la ignorancia como justificación. Lo hacen a conciencia, lo que los convierte en verdaderos miserables.
La clase política, que muchas veces funciona como casta, no dice mucho al respecto porque cada uno de los integrantes de esa actividad, lo ha hecho en el pasado y es posible además que deba terminar recurriendo a mecanismos similares si les toca el turno.
La democracia moderna no ha encontrado aun los resortes institucionales para protegerse de estas despreciables posturas tan frecuentes en la política contemporánea. El Estado es el botín de los que ganan elecciones, esos que saquean las arcas públicas desde que llegan hasta que se van.
Los ciudadanos estamos indefensos ante esta actitud corporativa que no distingue entre partidos, sino que muestra matices de una postura uniforme. Algunos parecen más sensatos y prudentes, otros más irresponsables y sinvergüenzas.
La sociedad debe hacer un gran esfuerzo y despertar. Parece no registrar los hechos. Es probable que nos hayamos resignado pasivamente, y hayamos llegado a asumir que esa inmoralidad es parte esencial de las inalterables reglas de juego.
El endiosamiento a la democracia ha logrado que situaciones como estas sean asumidas como un simple daño colateral, un mal necesario y solo parte del paisaje.

Falsa humildad

LA humildad y la soberbia son términos que se prestan a equívocos. La soberbia nos lleva a exagerar las propias cualidades o capacidades y va acompañada de vanidad, nos lleva a creernos superiores a los demás. La humildad muchas veces es, a mi juicio, una virtud mal entendida, ya que nos lleva a pensar erróneamente que para ser humildes tenemos que infravalorarnos, confundiendola así con la falsa humildad que en definitiva no es mas que otra forma de orgullo.
La persona verdaderamente humilde se conoce a si misma y sabe con claridad cuáles son sus talentos, sus cualidades o capacidades, a la vez que también conoce sus debilidades y limitaciones.
C.S.Lewis en su libro "Cartas del diablo a su sobrino", pone en la boca de un demonio experimentado el siguiente consejo: “Debes intentar mantener escondido ante tu paciente la verdadera finalidad de la humildad. Hazle pensar que no se trata tanto de olvido de si, sino más bien de tener una cierta opinión (ciertamente negativa) sobre sus talentos y carácter. Seguro que tiene talentos, pero métele en la cabeza la idea de que la humildad consiste en intentar creer que esos talentos valen menos de lo que piensa que valen".
La falta de sinceridad es la enemiga mortal de la humildad. La ignorancia y el error esclavizan. Saber quienes somos, de donde proviene todo y como tenemos que utilizarlo nos lleva a ser verdaderamente humildes.
Así nos evitamos las poses y la falsa humildad que no conducen a ningún sitio...