domingo, 26 de abril de 2020

Para que leer

"No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o de disertación, sino para sopesar, reflexionar, razonar..." Francis Bacon

Para que un individuo tenga la capacidad de juzgar y opinar por sí mismo, es imprescindible que lea por su cuenta. Lo que lea, bien o mal, no puede depender totalmente de ellos, pero debe hacerlo por propio interés. Se puede leer simplemente para pasar el rato o por necesidad, pero, al final, se acabará acabara aprendiendo algo. Tal vez los lectores de la Biblia, los que por sí mismos buscan en ella la verdad, ejemplifiquen la necesidad con mayor claridad que los lectores de Borges, pero la búsqueda es la misma.
Para mí, la lectura como a una practica personal, más que una función educativa. El modo en que leemos, cuando estamos solos con nosotros mismos, guarda una continuidad considerable con el pasado, aunque se realice siempre en el presente.

Mi lector ideal es Samuel Johnson, que comprendió y expuso tanto los efectos como las limitaciones del hábito de leer. Éste, al igual que todas las actividades de la mente, debía satisfacer la principal preocupación de Johnson, que era la preocupación por "aquello que entendemos próximo a nosotros, aquello que podemos usar para pensar". Sir Francis Bacon, que aportó algunas de las ideas que Johnson llevó a la práctica, dio este célebre consejo que cito al inicio: "No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o de disertación, sino para sopesar, reflexionar y razonar." A Bacon y Johnson quisiera añadir otro sabio lector, Emerson, enemigo de la historia y de todo historicismo, quien señaló que los mejores libros "nos impresionan con la convicción de que la naturaleza que los escribió es la misma que los lee". Si fundimos a Bacon, Johnson y Emerson en una sola fórmula de cómo leer, podríamos decir que es encontrar, en aquello que lo que entendamos próximo a nosotros, aquello que podemos usar para sopesar y reflexionar, y que nos llene de la convicción de compartir una naturaleza única, libre de la tiranía del tiempo, del espacio y de los dogmas con que nos pretendieron formar...

martes, 21 de abril de 2020

La bachata y el bolero

Dice el dilecto don Pedritin Delgado Malagón, que la bachata es un bolero escrito por analfabetas, a lo que el amigo José Rafael Lantigua responde que "la bachata es el bolero que creció desde la realidad coloquial, del piropo retrechero y de la sensualidad sin reparos". Algo así, entonces digo yo, que seria como el bolero que creció desde la palabra y el lenguaje de la marginalidad exaltada.
El problema, si es que es problema, es que representa la forma de expresar el sentir de muchos. Todo se aprende, hasta el amor se aprende.
Entonces, aunque es, sin dudas, un amor con faltas ortográficas, hay que reconocer que es la manera en que mucha gente ha aprendido a sentirse representado en las lides del amor....

La ratonera nueva

Un ratón mirando por un agujero de la pared, ve al granjero y su esposa abrir un paquete. ¡Quedo aterrorizado al ver que era una trampa para ratones!
Fue corriendo al patio a advertirle a todos. “¡Hay una ratonera en casa! ¡hay una ratonera!, repetía desesperadamente.
La gallina que estaba cacareando y escarbando le dice: “disculpe señor ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, pero no me perjudica en nada.”
Entonces, fue hasta el cordero y le dice lo mismo: “lo siento don ratón, pero no creo poder hacer algo más que pedir por usted en mis oraciones.”
El ratón se dirigió a la vaca y ella le dijo: “¿pero acaso estoy en peligro? ¡pienso que no!, dijo la vaca”.
El ratón volvió a la casa, preocupado y abatido para encarar a la ratonera del granjero.
Aquella noche, se oyó un gran barullo, como el de la ratonera atrapando su víctima!
La mujer corrió a ver que había atrapado!!!
En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una serpiente venenosa. La serpiente veloz mordió a la mujer. El granjero la llevo inmediatamente al hospital; ella volvió con fiebre alta. El granjero, para reconfortarla, le preparo una nutritiva sopa, agarro el cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Como la mujer no mejoró, los amigos y vecinos fueron a visitarlos. El granjero mato al cordero para alimentarlos, la mujer no mejoro y murió. El esposo vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.
La próxima vez que alguien te cuente su problema y creas que no te afecta, porque no es tuyo y no le prestas atención, piénsalo dos veces. El mundo no anda mal por la maldad de los malos sino por la apatía de los buenos. Así que cuando alguien necesite de ti por sus problemas, tiéndele la mano o dale una palabra de aliento...

Exoterismo y Esoterismo en Notre Dame

En la edad Media, fruto de la persecución a que fueron sometidos todos aquellos que no compartían la religión imperante, la comunicación de las ideas se hizo a través de un simbolismo oculto en la mayoría de las obras de arte que fueron realizadas por los miembros de los grupos llamados paganos. En estas, la manifestación espiritual posee dos caras: una interior y la otra exterior. La exterior, exoterismo, recoge las devociones y fórmulas rituales encaminadas a conducir al hombre hacia la salvación: es decir las religiones. La interior, o esoterismo, es secreto y sólo se conoce por la experiencia a partir de una iniciación: es decir las sectas espiritualistas que encontraban fallos en las religiones y creaban sus propios sistemas de creencias. Obviamente, el poder de la religión imperante no les permitiría actuar en su contra.
En el medallón de la Catedral de Notre-Dame aparecen estos dos aspectos simbolizados por los dos libros que el personaje central sostiene en su mano derecha, uno de ellos aparece abierto y el otro cerrado.
De ahí que haya toda una serie de representaciones artísticas en dicha edificación que escapen a lo que se puede considerar netamente cristiano pero que erróneamente algunos califican de diabólico (los religiosos) y otros del "camino verdadero" aquellos que siguen las innum
eras variantes que se desprendieron de la misma...

jueves, 9 de abril de 2020

Los sentimientos y nosotros...

Siendo completamente honestos, debemos reconocer que los sentimientos tienen más poder sobre nosotros de lo que estamos dispuestos a aceptar. Y que a su vez estos determinan la mayor parte de la conducta de casi todo el mundo. Elegimos a la pareja de la que nos enamoramos, aunque no nos convenga. Nos empecinamos en nuestras opiniones y criterios incluso cuando sabemos que no están justificados. Criticamos los proyectos o las ideas de nuestros competidores u oponentes, aunque sean estupendos. Votamos por quien nos cae bien, aunque no sea el mejor candidato. Podemos ser incapaces de salvar la vida de una persona enferma negando la cesión del órgano del ser querido que acaba de morir, aunque sabemos que ese órgano en pocos días no será otra cosa que polvo inútil. Podemos llegar a sufrir, a odiar o a amar con intensidad inimaginable. Las emociones influyen en nuestras reacciones espontáneas, en nuestro modo de pensar, en nuestros recuerdos, en las decisiones que tomamos, en cómo planificamos el futuro, en nuestra comunicación con los demás y en nuestro modo de comportarnos. Son determinantes para establecer el sistema de valores, las convicciones y los prejuicios que guían nuestra conducta y determinan también nuestro comportamiento.
Pero entonces, para qué sirve la razón? Con frecuencia la enfrentamos con los sentimientos y aunque a veces admitimos que no hay nada tan poderoso como estos últimos, solemos destacar el valor de la primera. Otorgamos superioridad a la razón porque creemos que imponerla sobre los sentimientos es un síntoma de sentido común, de madurez y de equilibrio.
La razón sirve sobre todo para generar nuevas emociones que puedan suplantar los sentimientos que ya tenemos, para potenciarlos al evocar viejas memorias relacionadas o suscitar argumentos nuevos para construir lo que deseamos. Emoción y razón son procesos mucho más inseparables de lo que uno suele creer porque no podemos convertirnos en seres que anulan sus sentimientos.
Estos han sido los que han movido al mundo...

Benjamin Franklin y la lectura

Hay muchas anécdotas que se cuentan sobre el político, escritor, científico, inventor, editor y empresario estadounidense Benjamín Franklin. La que voy a citar aquí es una de las mas fascinantes, por lo menos para mi, porque está relacionada con un sentimiento que me acompaña desde niño.
La encontré en el libro "Cómo fomentar la lectura", de Paul Kropp, y es la que transcribo a continuación: "Cuando era embajador de Estados Unidos en Francia, Benjamín Franklin a menudo impresionaba a los intelectuales franceses con la sabiduría de sus comentarios. Durante una cena se planteó la pregunta: "¿Qué condición humana es la que merece que sintamos más lástima?". Cada uno de los invitados respondió, pero la respuesta que todavía se recuerda es la de Benjamín Franklin: "Un hombre solitario en un día de lluvia que no sabe leer"...

Monocronicos policronicos y Umberto Eco

En el libro Cómo se hace una tesis, de Umberto Eco, encontramos la definición de individuos monocrónicos e individuos policrónicos.
"Los monocrónicos solamente trabajan bien cuando empiezan y acaban una sola cosa a la vez. No pueden leer escuchando música ni pueden interrumpir la lectura de una novela para pasar a otra, pues pierden el hilo; y en los casos límites, no pueden contestar a las preguntas formuladas mientras se afeitan o se maquillan.
Los policrónicos son todo lo contrario. Solamente trabajan bien cuando llevan adelante varios intereses a la vez, y si se dedican a una sola cosa se agotan, oprimidos por el aburrimiento. Los monocrónicos son más metódicos, pero frecuentemente tienen poca fantasía. Los policrónicos parecen más creativos pero frecuentemente son más liosos y volubles. Pero si acudís a consultar la biografía de los grandes, veréis que los hubo tanto policrónicos como monocrónicos".
Me confieso policrónico...

Borges y la lectura

No he encontrado todavía una descripción más vívida de la afición a leer de una persona que la que cuenta Alberto Manguel en su Historia de la lectura, acerca de cómo se manifestaba esta en Jorge Luis Borges.
Cito al autor, a quien le ocurrió la siguiente anécdota a los dieciséis años, cuando trabajaba en Pygmalion, una de las tres librerías angloalemanas de la Buenos Aires de 1964:

"Cierta tarde entró en la librería Jorge Luis Borges, acompañado por su madre, de ochenta y ocho años. Borges ya era famoso, pero yo sólo había leído algunos, pocos, de sus poemas y relatos, y no sentía una admiración incondicional por su obra. Borges estaba ya casi completamente ciego, pero se negaba a usar bastón, y pasaba la mano por los estantes como si pudiera ver los títulos con los dedos. Buscaba libros que le ayudaran a estudiar anglosajón, su pasión del momento, y habíamos encargado para él el diccionario de Skeat y una edición anotada de La batalla de Maldon. La madre de Borges se impacientó: "¡Ah, Georgie!", dijo. "¡No sé por qué perdés el tiempo con el anglosajón en lugar de estudiar algo útil como el latín o el griego!". Finalmente Borges se volvió y me pidió varios libros. Encontré algunos y tomé nota de los demás; y cuando ya se disponía a marcharse, me preguntó si estaba ocupado por las noches, ya que necesitaba (lo explicó excusándose mucho) alguien que le leyera, puesto que su madre se cansaba enseguida. Le dije que estaba libre.
Durante los dos años siguientes leí para Borges, como lo hicieron otros muchos conocidos casuales y afortunados, por las noches o, si mis clases lo permitían, por las mañanas…"

Las líneas transcritas muestran casi una desesperación en Borges por encontrar alguien que le lea. Y no es que no tuviera a nadie quien le hiciera ese favor, sino que simplemente una sola persona no podía darse abasto para satisfacer su enorme voracidad lectora.
Las líneas que siguen muestran cómo degustaba el oído de Borges las lecturas que le hacían y cómo estas se convertían en una experiencia enriquecedora para él y para su lector de turno:

"En aquella salita, […] le leí a Kipling, a Stevenson, a Henry James, diferentes artículos de la enciclopedia alemana Brockhaus, versos de Marino, de Enrique Banchs, de Heine (aunque estos últimos se los sabía de memoria, de manera que, cuando no había hecho más que iniciar mi lectura, su voz vacilante me sustituía y seguía recitando; la vacilación afectaba sólo a la cadencia, pero no a las palabras mismas, que recordaba a la perfección). Muchos de aquellos autores yo no los había leído antes, de manera que el ritual era bastante curioso. Yo descubría un texto leyéndolo en voz alta, mientras Borges, por su parte, utilizaba los oídos como otros lectores utilizan los ojos para recorrer la página en busca de una palabra, de una frase, de un párrafo que confirme lo que recuerdan. Mientras leía, él me interrumpía a veces para hacer un comentario sobre el texto, con el fin (creo yo) de tomar nota mentalmente"...

miércoles, 8 de abril de 2020

El deseo y la espiritualidad

Después de casi 300 años de ataques y proscripción a los primeros creyentes de Jesús, el Imperio romano de manos de Constantino adoptó el cristianismo como su religión oficial.
La Iglesia que nacía en ese momento no se basó únicamente en la Biblia para establecer sus enseñanzas. Buscó también la guía de teólogos y filósofos, muchos de ellos inspirados en la filosofía griega. Pero que sucede, que esa filosofia griega consideraba como fundamental en sus preceptos el que existía una división del espíritu por encima del cuerpo.
La máxima personalidad del desarrollo filosofico de la Cristiandad occidental fue Agustín de Hipona, un teólogo del siglo IV, quien reformó radicalmente la visión cristiana del sexo.
Agustín argumentaba que el deseo sexual deberia ser considerado como lujuria, por lo que afirmaba que ese sentimiento era el que había animado a Adán a aceptar la propuesta de Eva de probar la fruta prohibida del Árbol de la Sabiduría.
Así fue asociado por primera vez el deseo sexual con los orígenes del pecado.
Su manera de pensar fue quizás responsable del extenso legado de confusión que caracteriza a todos los que quieren ser "correctos" ante Dios y se sienten sucios por sentir en sus entranas el fuego del deseo y la pasión.
La alianza declarada por San Agustín entre el sexo y el pecado dejó a muchos cristianos (luego, en este momento de oscurantismo, surgirían decenas de creencias que crearían sus propias divinidades espirituales que se sumarían a esto) con una sensación de vergüenza ante el deseo sexual y el acto de saciarlo.
La opinión de San Agustín sobre asuntos sexuales unificó a los cristianos por más de mil años, y sigue teniendo influencia en muchos sectores hasta el día de hoy, ya no solo cristianos propiamente, sino de muchas otras corrientes "espirituales" que necesitan, obviamente, un contrario al que combatir para poder llegar a ser "buenos" y volver asi a unirse con dios.
Menudo arroz con mango que nos dejo don Agustin... jajajajajaja

martes, 7 de abril de 2020

Pensando en el Big Bang

El Big Bang es la piedra angular de la cosmología, pero no es toda la historia. Los científicos mantienen el perfeccionamiento de la teoría del universo, motivados por la observación de todas las cosas raras que hay. La materia oscura (que mantiene unidas a las galaxias) y energía oscura (que hace que la expansión del universo se acelere) son los mayores misterios que no se describen por la teoría del Big Bang por sí misma.
Nuestra visión del universo, al igual que el cosmos mismo, sigue evolucionando a medida que descubrimos más y más cosas nuevas. Pero en lugar de desvanecerse, nuestra mejor explicación de por qué las cosas son como son, se ha mantenido firme y avanzamos más y más sobre el cómo y porqué del comienzo del universo.
De lo que si estoy seguro es de que nunca se conocerá a ciencia cierta cómo fue ese "huevo cósmico" o "átomo primigenio"...

lunes, 6 de abril de 2020

La diversidad humana

La diversidad de la humanidad es infinita. De tal palo tal astilla, dice el refrán, pero la identidad de cada quien siempre se distingue por algo: hasta los gemelos son diferentes en su interior. Convivir, aun con las mejores intenciones, no es sencillo, sólo la buena voluntad facilita la convivencia. El egoísmo produce diferencias hasta entre los siameses. Y no es que esté mal ese individualismo. El yo es un pronombre que pertenece y que designa a cada uno de forma individual. El individuo produce la variedad enriquecedora de todo con sus aspiraciones, idiomas, proyectos, y hasta amores diferentes. Tanto, que a veces, provoca ciertas enemistades. En cualquier conjunto o grupo humano puede resultar enriquecedor o empobrecedor, según el grado de diferencia a que se llegue... Lo malo es que las diferencias se utilicen como arma. La afirmación de la personalidad o de la Historia no puede transformarse en soberbio pretexto para actuar como nos de la gana. La individualidad es una cosa; la antipatía, otra. Y el egoísmo, la peor. Por esta razón, muchas veces la historia humana ha consistido en nuestra afirmación sobre los otros. La superioridad de unos cuantos no autoriza a sentirse superiores; más bien obliga a ser beneficiosos y no beneficiarios. Este es el sentido de la verdadera humanidad. En todos los casos, la soberbia es estúpida, cuando no delincuente.

La relatividad de nuestro tiempo

La herencia mas importante que recibimos de siglo pasado es el relativismo que impera en todo lo que conocíamos como verdad. Con el se acabaron las verdades absolutas, ya no hay definiciones estáticas o recetas intocables. Todo puede ser reconvertido, repensado, redefinido, reescrito, revivido.
Por eso nos podríamos definir como relativistas, ya que solo tomamos lo que nos sirve de todos los conceptos que hasta ese momento nos habían enmarcado. Lo mismo pasa con nuestro rol como ciudadanos, como padres, como hijos, como contribuyentes e incluso como amantes. Algunos podrán decir que es egoísmo más que otra cosa, pero me parece que nos gusta redefinir la cosas según nuestra conveniencia.
Como humanos redactamos leyes, no tanto para cumplirlas, sino para buscar la solución a un problema que ya pasó, y desde ahí condenamos a los demás a seguir esa norma, porque un día alguien hizo algo indebido o que no nos gustó.
Queremos ser únicos, pero iguales frente a ciertas cosas, y que si es posible nos traten mejor que a nadie. Esta inconsistencia, nos lleva a pedir la cárcel para un corrupto, pero al mismo tiempo queremos que el policía no nos multe por cometer una infracción e incluso lo sobornamos para evitar la sanción; criticamos al policía que golpea a un manifestante, porque tenemos la idea de que la fuerza pública, solo debe usar su fuerza contra los criminales y no contra los manifestantes, así estos estén bloqueando la vía y la vida de muchas personas, e incluso agredan a los agentes de la ley.
Es como si viviéramos en dos mundos al mismo tiempo: el del deber y el de mi parecer. Creyendo que la policía debe cuidarnos de mal, pero no debe actuar contra aquellos que parecen débiles, así sean criminales; le pedimos a los demás que respeten la fila, pero continuamente buscamos la forma de hacer trampa y evitar la pérdida de tiempo que causa el respetar el tiempo del otro.
La verdad, es que nadie tiene la razón, porque la verdad en si misma no es clara y por ende no se puede defender una idea, porque esta depende del punto de vista de cada uno. Esto conlleva a que pidamos ser diferentes pero que nos traten como iguales, a la vez que no le damos esos mismos derechos a los demás. Condenamos con celeridad al prójimo por pensar diferente a nosotros, pero es quizá por el temor de darnos cuenta que estábamos equivocados nosotros, o que simplemente existe una forma diferente de hacer un sancocho.

domingo, 5 de abril de 2020

Voltaire y el derecho a expresarse

"Estoy en desacuerdo con cada una de sus palabras, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlas".

Muchos atribuyen esta famosa frase a Voltaire, pero fue expresada por uno de sus biógrafos, que de esta manera resumió la lucha que libró Voltaire durante toda su vida, por la libertad de pensamiento. "¡Pensad por vosotros mismos! ", apremiaba continuamente a sus contemporáneos. Fue el primer moderno en una era de fanatismo, que él transformó en una era de raciocinio.
A Voltaire se le ha llamado cínico porque insistió en el derecho de cada uno a dudar de lo que no pudiera demostrar.
Voltaire nunca atacó la fe sencilla; lo que ridiculizó fue la credulidad supersticiosa, la degradante falsificación de la fe.
Sus últimas palabras fueron "Muero adorando a Dios, amando a mis amigos, sin odiar a mis enemigos y detestando la superstición ".
El último golpe de la Iglesia no se hizo esperar y le negaron la absolución. Voltaire hubiera terminado en la fosa común de no ser por sus amigos que sosteniendo su cuerpo entre ellos hicieron creer a los guardias de la puerta que Voltaire estaba vivo, así, lo llevaron fuera de la ciudad y lo sepultaron .
Pero Francia, en lucha contra sus tiranos, por fin escuchó las palabras del hombre que había gritado "Despertad, romped vuestras cadenas" pues en 1791, en medio de la Revolución Francesa, el cuerpo de Voltaire fue llevado a París y colocado triunfalmente entre las ruinas de la Bastilla...

Asi por poco acaba la superstición religiosa con una de las mentes mas brillantes que ha pisado este mundo...mierda carajo!

El ser humano y las demas especies

Cuando la especie humana fue considerada como tal (como especie) y se le dio el nombre de Homo sapiens, los seres humanos volvieron a formar parte de la naturaleza en la cultura humana. Durante siglos, los seres humanos habían estado considerados como formando un mundo aparte. Por ser el único espécimen capaz de pensar y por tanto, de modificar el medio que le rodeaba para su provecho, se habia establecido en la cultura humana una especie de división entre el Hombre y todo lo demás que existe en la Naturaleza.
Sin embargo, a pesar de la clara evidencia de que los seres humanos son seres naturales, y tanto su modo de vivir como de actuar es perfectamente natural, se está desarrollando una opinión que vuelve a distanciar al hombre de la naturaleza. Está opinión, curiosamente, se halla sobre todo presente en personas que parecen tener una gran preocupación por una naturaleza unitaria. Así se vuelve a enfatizar lo natural como opuesto a lo humano, como si fuera más natural que las aves construyan un nido que no que los humanos se construyan una vivienda
Este hecho no pasaría de ser o una inercia de aquel pasado remoto o una manera de distinguir el natural humano del natural no humano, si no fuera porque se hace una valoración de uno y otro en términos tan simplistas como que lo natural no humano siempre es bueno y lo natural humano siempre es motivo de sospecha. Los hongos venenosos son perfectamente naturales y, con todo, no son muy recomendables para comer a menos que se quiera uno suicidar. De igual manera, en general, la naturaleza actúa ciegamente, produciendo frecuentemente lamentables catástrofes destructoras tanto de sujetos naturales no humanos como de seres humanos. Esto no basta para que muchas personas consideren altamente peligroso, o por lo menos digno de ser examinado muy atentamente y con lupa, cualquier producto químico o cualquier actuación del hombre sobre la naturaleza viva o no viva, mientras miran a otro lado cuando se produce algún perjuicio a los seres humanos por causas naturales, considerándolo como una fatalidad perfectamente aceptable.
Yo creo que es una herencia cultural de ese milenio funesto de la Edad Media donde la religión enseno al ser humano a pensar que es malo y que debe negarse a toda costa a si mismo para poder ser bien visto a los ojos de Dios. De ahi que hasta las necesidades carnales sean mal vistas por ese grupo de personas que suscriben todas estas cosas...


sábado, 4 de abril de 2020

Schopenhauer, la convivencia y la soledad

En 1851, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer describía la siguiente parábola en su obra Parerga y Paralipómena:
"Imaginemos un día especialmente nevado y frío, de esos en los que la helada te cala hasta los huesos. Allí, en la intemperie, se encuentra un grupo de erizos en busca de calor. Para satisfacer su necesidad, buscan la proximidad corporal de los otros, pero cuanto más se acercan, más dolor causan las púas del cuerpo al erizo vecino. Sin embargo, debido a que el alejarse va acompañado del frío, se ven obligados a ir modificando la distancia hasta que encuentran la separación óptima, la más soportable entre el dolor de la proximidad y el frío del alejamiento."
Lo que transmite esta parábola es que mientras más nos acercamos a otro, existen más posibilidades de hacernos daño, de herir a la otra persona y de que nos hieran, la cercanía nos hace vulnerables... Sin embargo, la decisión de la lejanía implica el frío de la soledad.
Esta parábola pone en evidencia el desafío que implica la intimidad humana. Cuanto más cercana sea la relación entre dos seres, plantea Schopenhauer, la posibilidad de hacerse daño mutuamente es progresivamente mayor; mientras que cuanto más distante existen menos posibilidades de que esto suceda, aunque acabe por “matarnos el frío”.
Digamos que la resolución del dilema podría dividir, de forma extrema, a aquellos que son capaces de morir de amor por exceso de cercanía, o bajo las crudezas que implica el frío de la soledad...

viernes, 3 de abril de 2020

La cultura

Muchas veces hablamos del término "cultura" para denominar la dimensión artística de algo - el mundo de la cultura por ejemplo - así, nos sentimos tentados de definirla también en términos de sustancia, diciendo que alguien es muy culto, o que tiene mucha cultura. En otro contexto, sin embargo, la palabra cultura se utiliza para describir un todo que parece determinar el comportamiento de las personas. Cantando, pensando, jugando, rezando, comiendo o haciendo cualquier cosa estamos expresando nuestras formas de ser, de sentir y de pensar: estamos expresando nuestra cultura. Cada uno de nosotros somos únicos en nuestro hacer. Es precisamente este uso lo que nos indica que no somos como el de al lado, y que no hay nadie exactamente igual a nosotros: ni mejor ni peor, sólo distinto. Las personas no somos contenedores de cultura, somos sus usuarios. Las contradicciones, los acuerdos, las negociaciones, las rectificaciones... en definitiva, colaborar y vivir. Eso es cultura.


La mezquindad


Termina pagando aquel que es mezquino su propia mezquindad?
Decía el poeta inglés George Herbert que “el mezquino lleva en sí su propio infierno”. Y cómo no lo va a llevar? Un mezquino de corazon, de verdad, también lo es consigo mismo, por lo que el infierno que le hace pasar a los demás es muy inferior al infierno de absoluta mezquindad que se propicia a sí mismo.
Proyectar en los otros nuestra propia mezquindad es un procedimiento vinculado al narcisismo (como dirían algunos) y a la ignorancia. Cuando los griegos de la antigüedad llegaban a Delfos podían leer en el frontón del templo de Apolo: “Conócete a ti mismo”. Dicho de otra manera: afronta sin miedo tu propia mezquindad, advierte sin miedo tu propia ignorancia, aborda sin miedo tu propia oscuridad, y nunca creas que solucionas algo proyectando tu miseria en los demás.
Resolver con uno mismo, eso es lo fundamental en esta vida y que cada cual haga lo que debe hacer...