DECADENCIA
CULTURAL
LA TIZA Y EL
PIZARRON
Escuchar la radio, ver la televisión o simplemente
leer los mensajes que circulan a través de las redes sociales es,
sencillamente, deprimente.
La falta de coherencia en lo dicho, la ausencia de una
estructura mental medianamente organizada y la abundancia de faltas
ortográficas denotan una dicotomía impresionante entre un avance tecnológico
vertiginoso y una población cada vez más hundida en la ignorancia.
En sociedades con mayores niveles de desarrollo que la
nuestra la preocupación es la insuficiencia cultural que presentan los
estudiantes que ingresan a las universidades. Nuestra realidad, sin embargo,
debe preocuparse por los pocos que terminan el sexto curso. Y por la
información que ha podido llegar a esos cerebros a través de los profesores
actuales.
Los que pertenecen a mi generación, todos aquellos que
ya pasan de cincuenta años, fuimos formados fundamentalmente con información
que nos llegaba a través de la tiza y el pizarrón. No tuvimos la dicha de
acceder a ella a través de una laptop en las milésimas de segundo que le toma a
la internet buscarla. Teníamos que lidiar con enciclopedias (recuerdo
fundamentalmente la Barsa y la Cumbre) y peregrinar muchas veces a la
Biblioteca Nacional para poder cumplir con las demandas de un trabajo
cualquiera ya fuera de literatura, historia, etc.
Se podrá pensar que me refiero al grupo exclusivo de
los que tuvimos la oportunidad de asistir a colegios privados sin embargo esto
no es del todo cierto. Al llegar a las universidades (el plural sugiere
cantidad pero sólo eran dos: la UASD y la UNPHU) nos encontrábamos con una
clase de “caballos” que venían de escuelas publicas que sabían mas que
cualquiera.
Entonces debe uno preguntarse: si en este momento se
puede acceder desde cualquier hogar o, en su defecto, desde un centro de
comunicaciones cualquiera a todo el saber del mundo en un instante, si existen
ilimitadas fuentes de información accesibles para todos, si podemos llevar en
el bolsillo de la camisa todas las enciclopedias que existen, porqué hay una
diferencia tan abismal en la formación académica y/o cultural de los miembros
de esta generación y los de la generación a que pertenezco?
Me atrevo a sugerir que la primera diferencia radica
en lo que se establecía como objetivo de vida a los miembros de mi generación.
No conocí un solo hogar en el que no se motivara (eufemismo por obligara) a los
muchachos a estudiar con la meta de hacerse profesionales. Nuestros padres
exigían un titulo universitario con el que sentían que ya habían cumplido su
misión para con los hijos, de modo que ese día se graduaban dos: el hijo de
profesional y los padres de “misión cumplida”. Nótese que lo que se exigía era
un titulo no una cuenta de banco.
Hoy, una profesión es un estorbo para los objetivos de
los miembros de la generación actual. Es un tiempo que se pierde en el camino a
la riqueza que, en definitiva, es lo único que vale. A los padres poco les
importa si el hijo estudia o no, si asiste a la escuela o no. Si aporta dinero
para el consumo, no importando su procedencia, el tipo está haciendo lo que
debe hacer. Y, si lo que hace está reñido con la ley, pues simplemente se hacen
de la vista gorda. El hijo ¨resuelve¨ no es un pendejo que está soñando con
pajaritos en el aire.
La segunda diferencia, desde mi
óptica, hay que atribuirla a los maestros. Los maestros que educaron a mi
generación (tanto en las escuelas públicas como privadas) eran ejemplo de
vocación, responsabilidad y reciedumbre moral. Eran educadores.
No sólo formaban académicamente sino en valores
morales. Muchas veces por el exceso de celo en inculcarnos la disciplina y el
cumplimiento del deber eran, más que respetados, temidos.
Su autoridad no era discutida en el salón de clases y
si alguien se equivocaba en esto, tenían herramientas bastante convincentes
para llamar al orden: ¨cocotazos¨, reglazos, tizazos, semanas sin recreo, etc.
Hoy, más que maestros, las escuelas y colegios cuentan
con empleados cuya función es enseñar la materia que les corresponde. Si el
curso es un desorden en materia de disciplina simplemente dan la clase por
explicada y no ¨cogen lucha¨ con los estudiantes.
Su propia formación académica deja mucho que desear y
de los valores que puedan exhibir como prendas mejor ni hablar. Los alumnos en
la mayoría de los casos se saben con una educación de más alto nivel que estos
y más que respetarlos en muchos casos son motivo de burla. Qué motivación
pueden insuflar en los educandos?
Por último debemos mencionar la apatía que se ha
adueñado de esta generación con respecto a la importancia de poseer una
formación académica sólida. Si hemos llegado al punto en que el éxito se basa
en lo económico y este lo exhiben los menos escrupulosos haciendo lo que sea con tal de obtener dinero, entonces
qué sentido tiene luchar por obtener una buena formación académica y moral que
se constituya en un freno cuando tenga que robar?
Frente a este panorama, vale la pena hablar de un 4%
para la educación? No es que quiera ser arcaico pero muchas veces extraño los
tiempos de la tiza y el pizarrón.
Una muy triste realidad de esta nueva generacion. Conozco varias personas, de mi universidad y demas, que si se preocuparon por educarse. La gran mayoria le dedica mas tiempo a Facebook que a su formacion.
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