miércoles, 22 de febrero de 2012

DECADENCIA CULTURAL


DECADENCIA CULTURAL
LA TIZA Y EL PIZARRON

Escuchar la radio, ver la televisión o simplemente leer los mensajes que circulan a través de las redes sociales es, sencillamente, deprimente.
La falta de coherencia en lo dicho, la ausencia de una estructura mental medianamente organizada y la abundancia de faltas ortográficas denotan una dicotomía impresionante entre un avance tecnológico vertiginoso y una población cada vez más hundida en la ignorancia.
En sociedades con mayores niveles de desarrollo que la nuestra la preocupación es la insuficiencia cultural que presentan los estudiantes que ingresan a las universidades. Nuestra realidad, sin embargo, debe preocuparse por los pocos que terminan el sexto curso. Y por la información que ha podido llegar a esos cerebros a través de los profesores actuales.
Los que pertenecen a mi generación, todos aquellos que ya pasan de cincuenta años, fuimos formados fundamentalmente con información que nos llegaba a través de la tiza y el pizarrón. No tuvimos la dicha de acceder a ella a través de una laptop en las milésimas de segundo que le toma a la internet buscarla. Teníamos que lidiar con enciclopedias (recuerdo fundamentalmente la Barsa y la Cumbre) y peregrinar muchas veces a la Biblioteca Nacional para poder cumplir con las demandas de un trabajo cualquiera ya fuera de literatura, historia, etc.
Se podrá pensar que me refiero al grupo exclusivo de los que tuvimos la oportunidad de asistir a colegios privados sin embargo esto no es del todo cierto. Al llegar a las universidades (el plural sugiere cantidad pero sólo eran dos: la UASD y la UNPHU) nos encontrábamos con una clase de “caballos” que venían de escuelas publicas que sabían mas que cualquiera.
Entonces debe uno preguntarse: si en este momento se puede acceder desde cualquier hogar o, en su defecto, desde un centro de comunicaciones cualquiera a todo el saber del mundo en un instante, si existen ilimitadas fuentes de información accesibles para todos, si podemos llevar en el bolsillo de la camisa todas las enciclopedias que existen, porqué hay una diferencia tan abismal en la formación académica y/o cultural de los miembros de esta generación y los de la generación a que pertenezco?
Me atrevo a sugerir que la primera diferencia radica en lo que se establecía como objetivo de vida a los miembros de mi generación. No conocí un solo hogar en el que no se motivara (eufemismo por obligara) a los muchachos a estudiar con la meta de hacerse profesionales. Nuestros padres exigían un titulo universitario con el que sentían que ya habían cumplido su misión para con los hijos, de modo que ese día se graduaban dos: el hijo de profesional y los padres de “misión cumplida”. Nótese que lo que se exigía era un titulo no una cuenta de banco.
Hoy, una profesión es un estorbo para los objetivos de los miembros de la generación actual. Es un tiempo que se pierde en el camino a la riqueza que, en definitiva, es lo único que vale. A los padres poco les importa si el hijo estudia o no, si asiste a la escuela o no. Si aporta dinero para el consumo, no importando su procedencia, el tipo está haciendo lo que debe hacer. Y, si lo que hace está reñido con la ley, pues simplemente se hacen de la vista gorda. El hijo ¨resuelve¨ no es un pendejo que está soñando con pajaritos en el aire.
La segunda diferencia, desde mi óptica, hay que atribuirla a los maestros. Los maestros que educaron a mi generación (tanto en las escuelas públicas como privadas) eran ejemplo de vocación, responsabilidad y reciedumbre moral. Eran educadores.
No sólo formaban académicamente sino en valores morales. Muchas veces por el exceso de celo en inculcarnos la disciplina y el cumplimiento del deber eran, más que respetados, temidos.
Su autoridad no era discutida en el salón de clases y si alguien se equivocaba en esto, tenían herramientas bastante convincentes para llamar al orden: ¨cocotazos¨, reglazos, tizazos, semanas sin recreo, etc.
Hoy, más que maestros, las escuelas y colegios cuentan con empleados cuya función es enseñar la materia que les corresponde. Si el curso es un desorden en materia de disciplina simplemente dan la clase por explicada y no ¨cogen lucha¨ con los estudiantes.
Su propia formación académica deja mucho que desear y de los valores que puedan exhibir como prendas mejor ni hablar. Los alumnos en la mayoría de los casos se saben con una educación de más alto nivel que estos y más que respetarlos en muchos casos son motivo de burla. Qué motivación pueden insuflar en los educandos?
Por último debemos mencionar la apatía que se ha adueñado de esta generación con respecto a la importancia de poseer una formación académica sólida. Si hemos llegado al punto en que el éxito se basa en lo económico y este lo exhiben los menos escrupulosos haciendo  lo que sea con tal de obtener dinero, entonces qué sentido tiene luchar por obtener una buena formación académica y moral que se constituya en un freno cuando tenga que robar?
Frente a este panorama, vale la pena hablar de un 4% para la educación? No es que quiera ser arcaico pero muchas veces extraño los tiempos de la tiza y el pizarrón.

1 comentario:

  1. Una muy triste realidad de esta nueva generacion. Conozco varias personas, de mi universidad y demas, que si se preocuparon por educarse. La gran mayoria le dedica mas tiempo a Facebook que a su formacion.

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