lunes, 6 de abril de 2020

La diversidad humana

La diversidad de la humanidad es infinita. De tal palo tal astilla, dice el refrán, pero la identidad de cada quien siempre se distingue por algo: hasta los gemelos son diferentes en su interior. Convivir, aun con las mejores intenciones, no es sencillo, sólo la buena voluntad facilita la convivencia. El egoísmo produce diferencias hasta entre los siameses. Y no es que esté mal ese individualismo. El yo es un pronombre que pertenece y que designa a cada uno de forma individual. El individuo produce la variedad enriquecedora de todo con sus aspiraciones, idiomas, proyectos, y hasta amores diferentes. Tanto, que a veces, provoca ciertas enemistades. En cualquier conjunto o grupo humano puede resultar enriquecedor o empobrecedor, según el grado de diferencia a que se llegue... Lo malo es que las diferencias se utilicen como arma. La afirmación de la personalidad o de la Historia no puede transformarse en soberbio pretexto para actuar como nos de la gana. La individualidad es una cosa; la antipatía, otra. Y el egoísmo, la peor. Por esta razón, muchas veces la historia humana ha consistido en nuestra afirmación sobre los otros. La superioridad de unos cuantos no autoriza a sentirse superiores; más bien obliga a ser beneficiosos y no beneficiarios. Este es el sentido de la verdadera humanidad. En todos los casos, la soberbia es estúpida, cuando no delincuente.

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