domingo, 22 de marzo de 2020

Leyendas prehispánicas

Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo con figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre.
Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos.
Entonces se sentó a la orilla del camino, para descansar, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.
¿Qué estás comiendo?, le preguntó.
Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
Gracias, pero yo no como zacate.
¿Qué vas a hacer entonces?
Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo:
Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
Me emocionan tus palabras le dijo acariciándole la cabeza con suavidad. A partir de hoy, siempre serás recordado. Te lo mereces por ser tan bueno.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo.
Después, el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.
Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti...

No hay comentarios:

Publicar un comentario