miércoles, 18 de marzo de 2020

Soledades

Cada ser humano necesita momentos de soledad, aunque según los diversos temperamentos, esa cantidad de tiempo difiera. En esta sociedad, donde los extrovertidos constituyen las tres cuartas partes de la población, estar solo está catalogado de forma negativa. Contrariamente a la creencia popular, no todo el que disfruta la soledad tiene miedo o aversión a las relaciones sociales. Hay una división muy grande entre el solitario por preferencia y el solitario forzado.
Porque, a mi juicio, hay dos tipos de soledad: el estar aislado de otras personas y el sentirse solo. Hay un mundo de diferencias entre ambas. La soledad no elegida es un estado negativo, duro, caracterizado por una desagradable sensación de aislamiento, donde uno siente que algo falta. La soledad elegida es el estado de estar solo sin sentirse solo. Es un estado positivo y constructivo. Es un momento que se puede utilizar para la reflexión, el crecimiento o el goce de algún tipo. Así por ejemplo la lectura requiere soledad profunda, el pensamiento y la creatividad por lo general también. Es un medio de disfrutar de la tranquilidad, es algo que cultivamos, una oportunidad para renovarnos.
Al contrario que la soledad impuesta, la soledad deseada proporciona una sensación cercana a la libertad que, a su vez, puede inspirar el sosiego necesario para sobrellevar el estrés de la vida diaria.
Gozando de esta libertad personal se puede elegir qué es lo que más apetece en ese momento sin necesidad de dar explicaciones a nadie, que es lo mismo que quitarse todas las obligaciones de encima, aunque sea sólo por unas horas.
Una persona puede estar aislada, en medio de Valle Nuevo, por ejemplo, pero sentirse acompañada porque sabe que alguien piensa en ella, se preocupa, la quiere, y está pendiente de si las cosas le van bien o no. Hay que diferenciar muy bien entre la soledad física y la emocional.

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